Ese día decidieron ir a la comunidad de San Juan Chamula, donde la gente habla poco español, pues su lengua nativa es el tzotzil. En el pasado ella había convivido con niños tzotziles al irse de misiones a Quexalucum, Chiapas, donde jugó con ellos y pasó un rato muy agradable. La experiencia dejó muy marcada a la joven, quien posteriormente se convirtió en psicóloga infantil. Durante aquél día visitaron la comunidad.
Saliendo de la Iglesia se encontraron con una pequeña niña que le regaló una pulserita a la novia. Ella argumentaba que era su amiga y que no debía devolver el regalo. El nombre de la niña era Juanita. La novia por su parte no deseaba la pulsera, pues sabía que era un gancho para luego venderles cosas. Él le pidió a su novia ir al tianguis en lo que se deshacía de Juanita. La novia se fue por su lado en lo que veía que su novio platicaba con la niña y sus amiguitas. En ese inter, las niñas se reían con el novio. Luego corrieron hacia donde estaba ella y le preguntaron "¿Amas a tu novio?" Ella contestó afirmativamente. De la bolsa de Juanita salió una pequeña bolsa de terciopelo. "Dice tu novio que si puede ser tu esposo." Dentro de la bolsa se encontraba la pulsera que Juanita había hecho, pero debajo de ella, el anillo que los comprometería brillaba con gran intensidad. Inmediatamente se lo puso, y con las piernas temblando decidió ir hasta donde su amor esperaba. Las niñas preguntaron si podían acompañarla, a lo que ella respondió que sí. La reacción fue inmediata, una vez frente de él, el novio lanzó la pregunta y ella remató con la respuesta. Se había decidido, el amor de ambos triunfaba tras las risas felices de quienes habían sido cómplices de la más perfecta proposición que marcaba su historia.
Esta fue una historia real, así es cómo Roberto, mi hermano, le propuso matrimonio a Renata.