domingo, 26 de mayo de 2013

Rosebud

Dejé de escribir porque me embarque en una aventura de reflexión y autodescubrimiento. En pocas palabras, tratar de reparar lo que estaba roto en mí. Hace poco me di cuenta que todo lo roto en cada persona se genera en la infancia. Crecemos sin saber los errores que cometemos. En mi caso fue apostarlo todo a un sueño de autonomía. Antes creo que debo empezar por analizar los hechos. Nacemos en un lecho familiar y es ahí cuando comienza nuestro acondicionamiento. Tendemos a crecer pensando que somos personas libres, con poder de decisión, pero imitamos lo que hacen nuestros padres y adultos alrededor. Crecemos con un grupo de hermanos y amigos que nunca podremos dejar. Sólo que en mi caso, yo sí lo hice. Ahí fue cuando comenzó la ruptura. No puedo negar que salirme de mi casa y vivir solo me ayudó a crecer y a madurar. También me puso en enfrentamiento al peor enemigo que he tenido: yo mismo. Es lo que en mi historia se conoce como las sombras. Esa etapa ha pasado, y ahora estoy bien conmigo mismo. Regresar al lugar de origen tras varios años de exilio genera el Síndrome de Odiseo. Eres un extranjero que regresa, un fantasma del pasado. Buscas conciliar tu abandono en un pasado que ya no existe. La gente ha avanzado sin ti, y tú ya no eres nadie. Es extremadamente difícil volver a encajar. Tú ya estás en otro canal. Vagas entonces por un mundo solo y es ahí cuando te das cuenta que estás perdido. Vives al acecho de recuperar la infancia perdida. Continúas tu camino, perdido, y encuentras a más personas. Son personas con las que te identificas, y sabes que puedes convivir, pero no han vivido lo mismo que tú. En algunos casos, ellas hicieron lo mismo, salirse. Ese tipo de personas no se quedarán contigo, vagarán buscando su propio camino. En otros casos, son personas que no han salido, y no planean salirse. Ese tipo de personas jamás te incluirán en su círculo. Lo único que puedes hacer es desear haber estado ahí, con ellas, desde el inicio. Pero no sucedió. Es más, ¿por qué empeñarte en entrar a un grupo cuando estás dejando atrás aquél que alguna vez te perteneció? ¿Entonces qué hacer? ¿Convencerte de que estás solo? ¿Seguir buscando algo que no vas a recuperar? ¿O es simplemente seguir adelante sin ponerte a cuestionar lo que sucede? Al final del camino, todos los errores terminan por golpearte en la cara.