A la espera de que me contestes, vivo aferrado a la idea de que no me has olvidado. Sin embargo, no existes. Todos los días me levanto temprano con la esperanza de ver ahí, dentro de ese espacio virtual, una carta, una nota o un mensaje siquiera que me muestre que aún vives. Me paso todo el día conectado a un chat, platicando con una computadora y esperando que sea tu "yo" virtual quien aparezca conectado y me responda. Hay veces que lo veo, y me pregunto si será prudente hablarle en este instante. Hay días que lo intento, sólo para comprobar que no hay respuesta. Esto es lo que me mantiene vivo, pensar que aún hay alguien que puede conectarse con tu nombre, y ese alguien eres tú. Sin embargo, no responde mis mensajes, no se ha tomado un segundo de su vida a mandarme un correo electrónico. Y mientras yo sigo atrás de este aparato analizo que el mundo se ha vuelto tan impersonal que ahora hablamos con computadoras. Ya no somos seres humanos, somos avatares de internet y cuentas de correo electrónico. Hemos desplazado el trato personal y humano y pensamos que nos comunicamos con seres humanos reales, cuando a mí me pareciera estar hablando con una serie de secuencias aleatorias las cuales generan una respuesta coherente con mi pregunta.
Luego, la impotencia de verte ahí, de hablarte, de no obtener una respuesta y al final del día ver cómo desapareces de la lista de usuarios conectados. Y entonces volveré a intentarlo, a mandarte un correo, un mensaje, una nota que te advierta que un ser virtual del otro lado de la tierra sigue vivo, está esperando una respuesta tuya, quiere saber de ti, saber que al menos estás viva.
Me he convertido en una persona que odia la tecnología. Nos ha hecho dependientes de respuestas instantáneas y por ello, nos ha hecho desesperados. Antes la espera era más larga, no lo dudo, pero uno sabía que debía esperar, ser paciente. Hoy con tanto adelanto tecnológico sabemos que la responsabilidad de espera es ante todo del usuario, no de los medios. He comenzado a odiar a los usuarios que son incapaces de tomarse cinco minutos de su vida para responder un correo, para escribir diciendo que están bien. Ellos tienen en sus manos la vida de una persona que está detrás de una computadora esperando que un ser virtual responda sus dudas. Tú tienes en tus manos mi vida, pues es tu respuesta la que sigo esperando.